lunes, septiembre 26, 2011

Improvisaciones en un diario

Pasado.

Sería extrañamente imposible (¡qué expresión!) definir el sabor de un beso. O un color, o un tacto. Sí se podría evaluar el calor (en una gradación indeterminada que midiese la calidez o la pasión), el momento, la presencia, el abrazo acunante de una media luna o el guiño auditivo hacia la música del entorno. Demasiados factores para evaluar unos instantes que, sin embargo, se estampan con fuerza en la tela de la piel o en el cerebro.

Madrugada. La estatua señala al cielo, con aire altivo y desafiante, en una postura perpetua que cobija al tráfico de la glorieta con actitud señorial. A sus pies, los mundos diminutos de las existencias son partículas erráticas de momentos inmortales y un canto en forma de himno al rabioso presente. Hace poco se han abandonado unos brazos acogedores y dicha estatua parece que bajase la mirada tras la marcha del automóvil en la lejanía. Susurra -parece- una frase que a esas horas suena demoledora: “¡Panta rei!”. Después de la alegría, los árboles envuelven con sus hojas de tristeza un cuerpo nómada que deambula por esta calle céntrica.

                           “Soy un débil, un fracasado. ¡Y no tengo excusa alguna!”
                                     Jack Nicholson en “A propósito de Schmidt”

lunes, septiembre 19, 2011

Improvisaciones en un diario

Pasado.

Dentro de la casa queda nada.
Ni ausencia ni recuerdo.
Él se ha ido y la estancia vacía acuna fotografías inexistentes en las paredes que pinta el sol. Aunque cante el afónico gorrión, no florecerá el almendro de la fría primavera en otro momento que no sea el adecuado. La distancia de las estaciones se mide en pálpitos por minuto y en la casa no hay reloj (dicotomía: ¿el tiempo vuela o se detiene?)

../..”te miraré a los ojos y la victoria será,
      como hasta ahora,
      una cuartilla doblada en el bolsillo.”
                           Alberto Martín Méndez

Él ya no está aquí. Pero su cuerpo sigue inerte, tendido sobre el sillón, con la respiración entrecortada, sin resuello, y los ojos fijos mirando a ninguna parte. El velero sobre las nubes amarra la absolución de las estrategias. Observa, la mirada cansada y perdida, el vaivén alucinógeno del cielo inconseguible. La mochila, el paraguas, la lluvia…imaginarios compañeros de viaje, piel con piel, corazón con corazón, en la travesía de las ilusiones.

Como un bucanero tatuado ha huido hacia el centro de la borrasca: madera y ron, hierro y pólvora, paja y agua. La conquista de los tesoros queda en estrellas lejanas de limpias arenas, refulgentes espejos de rocas diseminadas en mil rostros, a muchos nudos de distancia de la pobre estancia que ahora acoge la soledad de la huída. El mar del cielo no tiene mansiones, ni cuadras de pura sangre, ni hechizos viajeros con actitudes de somnolencia, ni chicos tristes que atracan besos en la calle A este lado del espejo, los príncipes se tornan en juglares de rostro sucio (cara pintada de agonía) con cantinelas mal entonadas y absurdas rimas impías.

Al vaivén de su huida, su cuerpo sigue inerte. El tiempo (¿cuándo lo dijo?) se mide en instantes que vuelan.
O se detiene en parpadeos.
O se segmenta en pedazos de momentos.
Y él no está.

               "Entonces siempre acuérdate
               de lo que un día yo escribí
               pensando en tí como ahora pienso".
                                 Palabras para Julia / José Agustín Goytisolo

lunes, septiembre 12, 2011

ALEJANDRO CÉSPEDES: TOPOLOGÍA DE UNA PÁGINA EN BLANCO


Presente.

Mi querido Alejandro Céspedes ha sacado un nuevo libro. Y después de darle muchas vueltas, ha decidido que su difusión sea lo más masiva posible saltándose los circuitos habituales de distribución (editoriales)
Topología de una página en blanco es, en mi opinión, la obra más trabajada y más ambiciosa de Alejandro y, al mismo tiempo, la más inteligente, descarnada y dura de leer. Es un libro distinto, directo, alambicado en un experimento lleno de simbología y conceptos -ambos elevados a la mínima expresión- en un minimalismo que absorve la atención en su lectura. Lectura que, por cierto, habrá que repetir (leer y releer) para conseguir desentrañar la esencia misma de la obra.
En un correo recibido explica todas las razones y sus argumentos para tomar tal decisión:

Acabo de publicar (hacer público) mi nuevo libro, Topología de una página en blanco. He disfrutado -y me he angustiado- tanto con su escritura como con su edición, pero estoy contento con el resultado y cuanto más tiempo pasa más me gusta la idea de que el libro salga así.


Todo escritor escribe para ser leído y a medida que me adentro en este mundo digital más me parece que, hoy por hoy, es la forma menos complicada de que eso suceda.

Hace años que tengo seis libros colgados en internet, casi toda mi obra publicada. Sólo faltaba publicar ahí un libro inédito. Mi mejor libro. Lo más interesante que he escrito en toda mi vida y un cambio radical en mi forma de hacerlo. En noviembre se cumple un cuarto de siglo de mi primer libro. Veinticinco años después mi último libro no es de papel. Como bien canta “La Negra” poniendo voz a los versos de Julio Numhauser “Así como todo cambia que yo cambie no es extraño. Cambia todo cambia”. No sé si será para mejor. Mientras tanto lo disfruto.

¿Cuál es la diferencia con la edición tradicional en papel? No sé. Económica no, desde luego, hace tiempo que prácticamente ninguna editorial paga derechos y cuando se cobran no son más que una limosna.

No sé si tendré más lectores que antes, lo que sí sé es que será muchísimo más fácil para quien quiera serlo. En cuanto a la crítica... para ellos será también más fácil deshacerse de este archivo que abrir un sobre. Y si por alguna causa –cada vez más rara- alguien quisiese hacer una crítica ¿qué se lo impediría? ¿Quién puede decir que esto no es un libro?

En los enlaces que hay más abajo se puede descargar, imprimir o leer en “formato libro”

Un abrazo:
Alejandro
 


Yo prefiero que podáis leerlo y opinar ya que, estoy seguro, no os va a dejar indiferentes.